Cuando el médico del Hospital Italiano les explicó lo que estaba pasando, Clara y Carlos Melnik, los padres de Matías, que entonces tenía apenas un año y medio, temieron lo peor.
Derivados por una pediatra de Misiones, su provincia de origen, habían llegado a Buenos Aires para confirmar que era cáncer esa bolita que habían detectado cuando el bebé todavía no tenía un mes y crecía bajo su oreja derecha.
Ya había alcanzado casi el tamaño de la mitad de la cabeza del bebé.
Un tumor neuroectodérmico primitivo, un tipo poco frecuente, muy maligno.
No había muchos antecedentes en el país y el pronóstico no era nada alentador..